Page 102 - Aprendizajes y Legados del Trabajo en el Campo
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estancadas y alto desempleo juvenil era mejorar las oportunidades para los jóvenes y motivarlos
a permanecer en sus comunidades donde pudieran canalizar sus energías para revitalizar las
organizaciones y economías locales. Esto implicaba aprovechar la visión empresarial y el talento
de los jóvenes, ya sea como agricultores que utilizan técnicas innovadoras de producción y
elaboración para añadir valor a sus productos, o como propietarios de pequeñas empresas
que suministran bienes y servicios a la comunidad local. Se promovió entre los jóvenes actuar
colectivamente y se garantizó su acceso a los recursos necesarios para actuar como agentes
económicos. Estos esfuerzos incluyeron mejoras en la infraestructura y el transporte, financiación
y mayores oportunidades para el comercio en los mercados locales y cercanos.
La Fundación construyó firmemente su programación basada en un lugar sobre las relaciones
con organizaciones que habían operado proyectos exitosos en el pasado. Algunos de los que
habían llevado a cabo proyectos de desarrollo agrícola y rural particularmente exitosos en las
décadas de 1980 y 1990 unieron fuerzas con otras organizaciones para establecer un nuevo grupo.
Muchos otros aportaron su experiencia en una gama de temas rurales a clústeres emergentes en
toda la región.
La primera categoría incluía cinco clústeres, tres de ellos en Centroamérica. Aprovechando su
creciente experiencia en la promoción de programas de extensión comunitaria rural y uno de los
proyectos más exitosos de UNIR, Zamorano fue el principal facilitador de una alianza estratégica
en la cuenca del río Yeguare en Honduras. La alianza se centró en trabajar con los jóvenes y sus
familias para desarrollar productos agrícolas para los mercados de las ciudades cercanas de
Tegucigalpa y Danlí, al tiempo que se mejoraba la administración de la vertiente del Río Yeguare
para proteger la fuente de agua de un tercio de la población del país.
En el Valle de San Andrés de El Salvador, la Fundación Salvadoreña de Asistencia Integral
(FUSAI), beneficiaria del HNI, lideró una alianza institucional que creó una autoridad de
desarrollo regional con el objetivo de generar empleo productivo para los jóvenes. Otras cuatro
exbeneficiarias de la Fundación, Fe y Trabajo y el Centro de Apoyo de Lactancia Materna
(CALMA), (ambas beneficiarias de HNI), la Asociación de Capacitación e Investigación para la
Salud Mental (ACISAM) de la Iniciativa Adolescente Saludable y la Asociación Salvadoreña de
Extensionistas Empresariales del INCAE (ASEI), una organización de formación vocacional, se
unieron a FUSAI, cada una de las cuales aportó su experiencia en el área de especialización de la
alianza. En los departamentos de León y Chinandega, en el occidente de Nicaragua, la compañía
de Servicios Técnicos Agroecológicos de Occidente (SETAGRO), (otro beneficiario de Nutrición
Humana), se unió a la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (beneficiaria del Programa
de UNI) y a otras siete entidades gubernamentales y no gubernamentales en tres municipalidades,
para hacer frente a la situación de alto nivel de desempleo de la juventud. El grupo organizó
formación vocacional y un programa de créditos para la formación de pequeñas empresas, con la
participación activa de jóvenes que se organizaron en clubes juveniles.
Los dos clústeres restantes se encontraban en los Andes. En la región del Valle del Mantaro
de Junín, Perú, el Centro para la Promoción de la Mujer (CEPROM), beneficiario del HNI, unió
fuerzas con dos ONG que tenían experiencia en educación. El Instituto Regional de Ecología
Andina (IRINEA) impartió formación en producción agrícola y reforestación en escuelas
secundarias, y EDUCA impartió formación docente en servicio sobre enfoques pedagógicos
innovadores para la educación rural. La Universidad Nacional del Centro del Perú también fue
parte de la alianza y estableció un programa voluntario para que equipos multidisciplinarios de
estudiantes trabajen en las comunidades rurales del Valle. El Centro de Estudios para el Desarrollo
del Pueblo Andino (CEDPAN), una ONG que había implementado un exitoso proyecto de DRI
a fines de la década de 1990, se unió al Centro de Investigación y Promoción Educativa (CIPE)
y a la Fundación Nuevo Sendero (FUNDASEN) para colaborar con la Asociación de Municipios
de la Mancomunidad en el área de Oruro en los Altos Andes. La alianza trabajó para promover
oportunidades de generación de ingresos para los jóvenes a través de la formación vocacional,
la asistencia técnica y el microcrédito, principalmente para la producción de llama y quinoa.
El grupo también trabajó para mejorar la calidad y la pertinencia de la educación básica rural
mediante la formación de profesores en técnicas de enseñanza innovadoras, y en colaboración
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