Page 168 - Aprendizajes y Legados del Trabajo en el Campo
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de la región sureste: Chiapas, Guerrero, Oaxaca y Veracruz, donde antes no se habían realizado
                       proyectos. Por último, la red que desde 1985 había conectado a los proyectos relacionados con
                       la salud en México se extendió a todos los proyectos, gracias a una donación en 1993 al Centro
                       Nacional de Información y Documentación sobre Salud (CENIDS), que financió talleres para el
                       fortalecimiento de la capacidad, seminarios temáticos, visitas de sitio y un boletín electrónico. El
                       informe concluyó que la Fundación se había convertido en “un actor destacado en México”, y se
                       había ganado la confianza de los mexicanos que luchan por el desarrollo sostenible de su pueblo.
                           Una menor parte del trabajo dentro de la estrategia mexicana se centró en “mejorar las
                       relaciones bilaterales entre Estados Unidos y México a través de un mayor entendimiento
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                       entre sus ciudadanos”.  Esta labor se debió a la preocupación de que, a pesar de una historia
                       compartida y de muchos intereses en común, las relaciones entre los dos países se basaban en
                       estereotipos y conceptos erróneos que alimentaban tensiones y antagonismos innecesarios, en
                       particular a lo largo de la frontera. En el “Plan de programación para la década de 1990” de
                       enero de 1994 se contemplaban dos líneas de trabajo: una con los jóvenes y otra con periodistas
                       y otros profesionales y líderes de opinión potencialmente capaces de influir en las relaciones
                       bilaterales. Al final, la segunda idea no se llevó a cabo. Sin embargo, a partir de enero de 1990,
                       se dispuso de fondos para que 14 organizaciones establecieran o rediseñaran los programas de
                       intercambio transfronterizo para jóvenes mexicanos y norteamericanos. Según una evaluación
                       de clúster de 1992: “las experiencias ayudan a los participantes a construir nuevos significados y
                                                                                                  155
                       actitudes que reemplacen los numerosos conceptos erróneos que aportan al intercambio”.  Los
                       evaluadores informaron sobre las mejoras en el crecimiento personal y habilidades de liderazgo
                       de los participantes, así como su conocimiento de la comprensión cultural y el respeto a la gente
                       de otro país. También observaron un aumento de la capacidad por parte de las organizaciones
                       beneficiarias para diseñar y llevar a cabo programas de intercambio eficaces, que atrajeron a un
                       grupo diverso de participantes que representaban a ambos sexos y a una amplia gama de edades,
                       grupos étnicos y estatus socioeconómico.

                       La Estrategia de México: Evolución de la Programación Mexicana
                       en el Contexto de Otros Países de la Región de América Latina y el Caribe
                           En la actualización de 1997 al Consejo, el personal de la Fundación escribió acerca de la
                       estrategia mexicana: “Se ha confirmado que una estrategia nacional es un instrumento valioso
                       para abordar la diversidad regional y la identificación efectiva de oportunidades (líderes e
                       instituciones) para la operación de proyectos exitosos”. Ciertamente, la existencia de un marco
                       específico para planificar y ejecutar la concesión de donaciones había permitido al personal
                       ampliar y diversificar el financiamiento en el país y dirigirlo a zonas geográficas y grupos de la
                       población específicos.
                           Por otra parte, la evolución de la programación mexicana durante la década de 1990 no fue
                       muy diferente de la de otros países de la región en ese momento. Los recursos de financiamiento
                       disponibles para los programas de América Latina y el Caribe aumentaron significativamente,
                       de un total de USD 81.1 millones, pagados durante la década de 1980, a USD 245.2 millones en la
                       década de 1990. El equipo de programación también se expandió al aumentar de dos directores
                       de programa previo a 1990, a seis a mediados de la década de 1990. Los fondos de la donación
                       y personal adicionales permitieron un aumento sustancial del número de proyectos y becas
                       en muchos países, así como un aumento de la cobertura geográfica dentro de los países y la
                       diversificación de los proyectos predominantemente relacionados con la salud hacia los de la
                       agricultura, educación y juventud, y filantropía y voluntariado. El surgimiento de una sociedad
                       civil dinámica y viable durante los procesos de democratización de las décadas de 1980 y 1990,
                       había motivado a la Fundación a buscar nuevos socios sin fines de lucro en todos los países.
                       Además, en una serie de iniciativas temáticas y geográficas, la WKKF estaba desplegando

                       154   Plan de programación para la década de 1990. Versión revisada, enero de 1994.
                       155   Intercambios juveniles México-EE. UU. Informe al Consejo. 20-21 de enero de 1993.


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