Page 33 - Aprendizajes y Legados del Trabajo en el Campo
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de que había opositores a este nuevo enfoque y su marco de trabajo, quienes lo consideraban
demasiado amplio, la resistencia fue disminuyendo a lo largo del tiempo.
Cabe señalar que los proyectos en el primer grupo (salud de los adolescentes) se
relacionaron en un principio con grandes instituciones, lo que ayudó a fortalecer la credibilidad
y a desarrollar nuevos enfoques, y se implementaron en grandes ciudades (Buenos Aires, Río de
Janeiro y Santiago), sin ser estas las áreas más necesitadas de ayuda. Esta estrategia fue crucial
para aceptar los cambios y preparar una nueva generación de jóvenes líderes en los servicios de
salud y estudiando en las facultades de Medicina y Enfermería en sus ciudades. Para 1997, esta
nueva visión sobre el cuidado de los adolescentes se había cimentado en el discurso, tanto de las
instituciones como de los profesionales. Es por ello que actualmente es más fácil implementar este
enfoque en comunidades marginales que no cuentan con el apoyo o la visibilidad de las grandes
instituciones.
Durante las décadas de 1980 y 1990 surgió una nueva visión que enfatizaba el carácter
integral de los servicios de salud para los adolescentes en América Latina y el Caribe. Se
concluyó que la colaboración interdisciplinaria era esencial para lograr el avance de dicha
visión. Este concepto se convirtió en un componente clave para el diálogo entre las instituciones
gubernamentales de la región. Durante buena parte de este periodo (e, inclusive, durante las
primeras décadas de este siglo), las dinámicas demográficas, económicas, sociales, culturales y
políticas contribuyeron a que surgieran cambios en las condiciones para la juventud en América
Latina y el Caribe. La mayoría de los países incluyen ahora los asuntos relacionados con la
juventud en su plan nacional. Estos factores jugaron un papel significativo en el desarrollo de
programas para la salud de los adolescentes y políticas enfocadas en los jóvenes en la región.
Sin embargo, tanto la OPS como la WKKF contribuyeron en gran medida, en su papel como
promotores de cambio. El esfuerzo de la OPS para difundir el conocimiento y ayudar a los Estados
Miembro a conceptualizar y dar forma a las políticas enfocadas en los jóvenes fue fundamental
para que los programas de salud de los adolescentes y sus políticas nacionales existieran en 36
de las 40 naciones que forman parte de dicha Organización. La OPS misma ha sido parte de este
legado. No fue sino hasta 1996 que se formalizó la creación del puesto de asesor para la juventud.
Anteriormente, el trabajo relacionado con los problemas de salud de los adolescentes (como la
salud mental y reproductiva), estaba dividido de forma desigual entre diferentes unidades, y
como resultado, era mu poco probable que formara parte de los esfuerzos prioritarios en materia
de salud.
La segunda generación de proyectos (que comprenden la Iniciativa para una Adolescencia
Saludable) marcó la línea entre los planes tradicionales y aquellos enfocados en el desarrollo de la
juventud. A pesar de estar necesariamente orientados a la salud, estos fomentaron la participación
juvenil para formar alianzas interinstitucionales, ampliando su alcance. Estos fueron los
precursores de los llamados "clústeres integrales", los cuales iniciaron operaciones en el año 2000.
Tanto los clústeres integrales como los proyectos que se exponen en el Capítulo 4 (Los Jóvenes y la
Educación) influyeron en la WKKF para reajustar el enfoque de sus trabajos y orientarlo hacia uno
basado en lugares, fomentando la participación juvenil.
Los trabajos que la WKKF realiza en favor de la salud de los adolescentes son un buen
ejemplo de como la participación estratégica de una fundación privada puede mejorar y probar
ideas innovadoras que pueden culminar en reformas a las políticas públicas. Esta labor comenzó
con un único (y exitoso) proyecto entre la UERJ y NESA. El proyecto se amplió para colaborar
con otras organizaciones sociales, ya que al principio solo contaba con la participación de la
Universidad de Chile, el CEADEL y el Hospital General Cosme Argeich (posteriormente se
unieron otras 16 organizaciones), para promover y fortalecer su capacidad de liderazgo. En
un principio, el proyecto involucró a la OPS para refinar, sistematizar y difundir las nuevas
tecnologías sociales que influirían en los cambios requeridos a nivel gubernamental. A pesar
de que el ciclo de vida del proyecto era de 15 años, en tan solo una década se logró evidenciar
su efectividad. Por su puesto, otros factores externos (como la toma de conciencia hacia la
importancia de la juventud en el desarrollo de América Latina y el Caribe) y actores clave
contribuyeron al progreso obtenido. Pero no cabe duda que la participación de la Fundación
Kellogg fue esencial para facilitar el proceso.
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