Page 111 - Aprendizajes y Legados del Trabajo en el Campo
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y aprendizaje pueden ser limitadas debido a la pobreza, el aislamiento y la falta de un entorno
propicio. Las guarderías y estancias infantiles pueden desempeñar dos funciones para estas
familias, al brindar un entorno de desarrollo saludable para los niños y permitir, al mismo tiempo,
que las madres trabajen y obtengan ingresos.
Los servicios para la primera infancia eran escasos en América Latina en las décadas de
1980 y 1990, y los que existían se encontraban principalmente en las zonas urbanas y se enfocaban
en los niños a partir de los cinco años de edad. Las guarderías comunitarias complementaban
los escasos servicios públicos pero, por lo general, no contaban con los fondos necesarios, las
instalaciones eran inadecuadas, el personal no estaba calificado y en muchos casos tenían poca
escolaridad formal. Pocas guarderías disponían de los recursos o conocimientos necesarios para
involucrar a los padres y a la comunidad en la educación temprana y el desarrollo de sus hijos.
La Fundación Kellogg financió un pequeño número de proyectos piloto durante la década
de 1990 para abordar estas problemáticas. La mayoría fueron planes dirigidos por la comunidad
y unos pocos fueron de carácter público. Algunos se centraron únicamente en la educación de
la primera infancia, pero la mayoría consideraron la educación como parte de un programa
más amplio de desarrollo infantil temprano. Todos impartieron formación para el personal, y
algunos también brindaron orientación a los padres y a los líderes de la comunidad para mejorar
la educación, la salud y el desarrollo de los niños pequeños fomentar su participación en la
gestión de las guarderías infantiles. Una donación en 1996 al Centro de Estudios de Población,
Desarrollo y Asistencia Social (CEPDES) en Trujillo, Perú, y una donación en 1997 a la Asociación
Salvadoreña Pro-Salud Rural (ASAPROSAR) en Santa Ana, El Salvador, ayudaron a desarrollar
programas integrales de infancia temprana, ambos con la educación preescolar como eje. Ambos
desarrollaron planes de estudio y materiales para capacitar a maestros de preescolar, asistentes de
maestros y promotores comunitarios en la metodología de la educación preescolar básica. Crearon
talleres para ayudar a los padres a involucrarse más en la educación, el desarrollo psicomotor,
la salud y la nutrición de sus hijos.
Con una donación de la Fundación en 1997, el Centro para el Servicio de Acción Popular
(CESAP) en Caracas, Venezuela, estableció programas de capacitación en salud y educación
temprana, gestión de guarderías y compromiso comunitario para "facilitadores de cuidado infantil"
(mujeres en los vecindarios con escasa escolaridad formal de dos o tres años comúnmente). La
rama de la Fundación Fe y Alegría en Río de Janeiro utilizó los fondos de la WKKF para desarrollar
un modelo de formación docente que se difundió y reconoció a nivel nacional por su eficacia en la
preparación de maestros de educación preescolar. La Fundación Fe y Alegría participó activamente
en los consejos regionales y nacionales de educación y, a través de ellos, parte de su modelo de
formación de docentes se incorporó a las políticas públicas nacionales.
En 1998, un proyecto particularmente exitoso en México se propuso abordar la desigualdad
de género en todas las facetas de la educación preescolar (entre los niños pequeños, sus padres
y dentro del sistema educativo) en los barrios marginados de la Ciudad de México. Se sabe que
México tiene una cultura particularmente "machista", la cual se reflejó a lo largo de todo el proceso
educativo. Los niños y las niñas reciben un trato diferente y están sujetos a expectativas diferentes
por parte de los maestros y los cuidadores. Es más probable que los padres y no las madres tomen
decisiones sobre la educación de sus hijos y que favorezcan la educación de sus hijos sobre la de
sus hijas. La remuneración y las condiciones de trabajo también diferían entre los maestros y las
maestras. Las mujeres ocupan puestos docentes peor remunerados en la enseñanza preescolar
y primaria, mientras que los hombres tienden a trabajar en puestos mejor remunerados en los
niveles secundario y terciario del sistema educativo. El Grupo de Educación Popular con Mujeres
(GEM) tiene como objetivo mejorar la capacidad de las maestras de preescolar públicas para hacer
frente a la discriminación de género cotidiana en las escuelas y entre los padres, utilizando un
sistema de formación en cascada que ya se sometió a prueba en una fase piloto. El grupo capacitó
a un núcleo de 50 instructores de maestros. Estos instructores elaboraron materiales didácticos
con enfoque de género para sensibilizar a los maestros, directores y supervisores de 30 centros de
educación preescolar, y ayudaron al personal a sensibilizar a los padres a través de asociaciones
de padres y grupos de mujeres El proyecto fue bien recibido por los profesores y la Secretaría de
Educación, con quienes se firmó un acuerdo en la fase piloto. Superó ampliamente sus objetivos
iniciales, alcanzando a los maestros de 150 escuelas preescolares de todo el país.
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