Page 239 - Aprendizajes y Legados del Trabajo en el Campo
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Conclusiones
Desde la perspectiva externa, la región de América Latina y el Caribe suele parecer un bloque
homogéneo, supuesto que es totalmente impreciso. Existen diferencias inmensas en los contextos
histórico, socioeconómico, político y cultural entre las naciones de América Latina y el Caribe;
a la vez, sus circunstancias actuales presentan variaciones enormes. Los clústeres integrales se
implementaron en 11 países y, aunque la pobreza era el hilo común en todas las microrregiones,
habían grandes diferencias de contexto. La pobreza está muy lejos de ser una condición uniforme.
En vista de la evaluación del progreso de varias dimensiones del trabajo realizado, es esencial
considerar un amplia gama de ambientes y circunstancias.
En el año 2000, la mayoría de países de América Latina y el Caribe atravesaban una
transición demográfica particular. La caída en las tasas de fertilidad y una población aún de corta
edad representaban una ventana de oportunidad para el desarrollo, esto si las fuerzas laborales
de las naciones estuvieran preparadas para hacer crecer la productividad económica. A la vez, la
región seguía batallando para adaptar sus economías a un gobierno reducido en tamaño y a los
nuevos vientos de la globalización. Aunque los beneficios de la disciplina fiscal y una inflación
controlada eran evidentes, la pobreza persistía y millones de personas seguían excluidas de los
frutos del crecimiento.
Al abandonar el viejo sesgo por el que se percibía a la juventud como una carga, muchos de
los países corrían para implementar políticas públicas y programas que ofrecieran a los jóvenes
mejores oportunidades educativas y mejores lugares para su participación en la sociedad civil.
La conversación pública exaltaba la necesidad de preparar mejor a la juventud para su ingreso
al mercado laboral. Tanto instancias gubernamentales, foros interinstitucionales como comités
y demás grupos intentaban definir las direcciones de esta labor. La cantidad y diversidad de
proyectos orientados a la juventud crecían entre ONG y fundaciones empresariales locales. Su
enfoque, además, cambiaba gradualmente para alejarse de las preocupaciones tradicionales,
como prevención de enfermedades de transmisión sexual y embarazo adolescente, y abordar
temas como el combate a la exclusión social y formar habilidades laborales que pudieran
remediar las deficiencias de una educación deficiente. La redemocratización había permitido
la libre organización de la sociedad civil sin restricciones políticas, y más OSC llevaban sus
ideas y demandas al foro público. La ocurrencia simultánea de la disminución del rol de los
gobiernos federales y la creciente descentralización de la potencia a cargo de la toma de decisiones
permitieron un mayor ejercicio de ciudadanía por parte de personas y entidades colectivas. Existía
una necesidad y una oportunidad de crear formas más ágiles de gobierno que respondieran mejor
a nivel local. La noción creciente de que el bien común no era responsabilidad únicamente del
gobierno había estimulado nuevas formas de participación y un nuevo sentido de responsabilidad
social.
En este entorno dinámico, en 1999 y 2000, la WKKF introdujo un concepto ingenioso que
aprovechó la participación juvenil para ayudar a romper el ciclo de pobreza intergeneracional. De
cierto modo, el enfoque de la WKKF combinó las fuerzas de dos tendencias robustas del momento.
Por un lado, los componentes de la teoría del cambio de los CC coincidía con los modelos locales
prevalentes
de desarrollo sostenible en cuanto a que estos colocan el énfasis en los procesos de desarrollo
cimentados localmente como estrategia preferida para superar las desigualdades. A su vez,
la WKKF aprovechó el deseo urgente del público de invertir en la juventud como modo de
garantizar el desarrollo continuo en la región. El enfoque de la WKKF era único en cuanto a que
visualizaba a la juventud no como objeto o componente de una estrategia de desarrollo, sino como
protagonista en los procesos de desarrollo local. El trabajo futuro no se haría “para” la juventud
sino “con” la juventud. Hasta ese punto, los proyectos orientados a la juventud se habían limitado
a involucrar a los jóvenes en actividades grupales con funciones educativas o de socialización.
Para la Fundación, la participación juvenil era mucho más que eso. La premisa de la WKKF era
que este trabajo sería exitoso solo al grado en que la juventud no fuera un mero grupo de enfoque
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