Page 242 - Aprendizajes y Legados del Trabajo en el Campo
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Miles de jóvenes se beneficiaron del trabajo realizado durante esos años y, para muchos
de ellos, creó oportunidades que les representaron un punto de inflexión. Cientos de ellos
desplegaron sus dones naturales y su liderazgo como resultado de su involucramiento en el
proyecto. Se han convertido en agentes de cambio dentro de sus familias y fuentes de motivación
para otros. Los proyectos invirtieron en el bienestar físico, emocional y espiritual de los jóvenes,
así como en su involucramiento como ciudadanos y líderes activos y responsables. Los CC
equiparon a una generación de jóvenes con el conocimiento y habilidades para escapar de la
trampa de la pobreza y construir futuros más brillantes para ellos mismos, para sus familias y para
sus comunidades. Muchos jóvenes que jamás habrían soñado en tener una carrera profesional
habían cambiado de actitud y emprendido estudios universitarios como resultado de su
participación en los programas de CC. El emprendimiento creció y muchos de los que participaron
ya no aceptarían una vida de pobreza como su “suerte” o su “destino”.
El trabajo realizado para desarrollar el civismo y el liderazgo evitaron los enfoques
profesionales secos que por lo general no resuenan entre la juventud. Por el contrario, ayudó
a que la juventud interiorizara el sentido de que ser un ciudadano responsable trasciende la
posesión de derechos individuales e incluye obligaciones y responsabilidades con la familia,
la comunidad y la sociedad en general. Aún así, trabajar con jóvenes que viven en la pobreza
presentó muchos desafíos. Uno de los retos más básicos fue ayudar a la juventud a desarrollar
la habilidad de organizar y expresar sus ideas en un entorno grupal. Los líderes del proyecto
observaron con frecuencia que, al final, los jóvenes eran demasiado tímidos e inhibidos para
compartir su perspectiva con desconocidos. Para promover el liderazgo entre los jóvenes en dichas
circunstancias, los líderes del proyecto empezaron a practicar el diálogo entre grupos de pares
y a planear actividades comunitarias sencillas para desarrollar sus habilidades de conversación.
Una vez vencida esa barrera inicial, fue más fácil instruir a los jóvenes expandiendo su visión y
ayudándoles a desarrollar habilidades para comunicarse con otros y motivarlos.
Como consecuencia, surgió un gran número de jóvenes líderes en varias comunidades a lo
largo de ocho años. Estos jóvenes animaron y motivaron a otros y tomaron la iniciativa de entablar
diálogos entre grupos juveniles y funcionarios locales. Y, cuando se presentó la oportunidad,
llevaron su liderazgo al nivel regional. Por medio de estos procesos, muchos actores locales
politizaron más su entendimiento de los procesos de cambio y la participación en espacios
públicos.
En cuanto al liderazgo individual, el programa dejó un legado rico para las instituciones.
En su trabajo anterior en América Latina y el Caribe, la Fundación había invertido mucho en el
desarrollo de capacidades y liderazgo de las instituciones. Lo había hecho en base a su creencia
de que la ideas innovadores producen cambios, principalmente, a través del trabajo de las
instituciones, y esas instituciones robustas y competentes trazaron el camino para el cambio y
desarrollo de sistemas. Pero el crecimiento de individuos y organizaciones por medio de los
procesos dinámicos de formación de alianzas y de una visión común del futuro es un legado
de gran valor, tanto así que aportó a esas comunidades un cimiento más fuerte para esfuerzos
futuros.
Un aspecto esencial del capital institucional incrementado fue la habilidad adquirida
de las organizaciones para trabajar en alianzas como la estrategia más eficiente para crear un
impacto, aprovechando la pericia y recursos limitados de las organizaciones e institutos locales
individuales. En el año 2000, se hizo clara la necesidad de desarrollar la cultura y las habilidades
para formar alianzas dentro de las organizaciones de América Latina y el Caribe. Esa no había
sido la práctica común y la teoría del cambio de los CC citó la colaboración entre los tres sectores
como una piedra angular de la labor. Tanto los CC como casi todos los proyectos financiados
durante esos ocho años portaban las semillas de la colaboración. Los gobiernos municipales y las
organizaciones del tercer sector aprendieron a trabajar juntos y apartar la desconfianza que había
caracterizado estas relaciones en el pasado.
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