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Promoción de Sistemas Agrícolas Integrales
A lo largo de la década de 1990, la Fundación dio su apoyo a una serie de proyectos cuyo
objetivo era ayudar a los pequeños agricultores a desarrollar sistemas agrícolas integrados (SAI
o IFS por sus siglas en inglés). El término se utilizó en programas de los Estados Unidos y de
América Latina y el Caribe para describir las combinaciones de prácticas agrícolas sostenibles
y eficientes en el uso de recursos que pudieran incrementar la productividad de la tierra y
la rentabilidad para los agricultores, a la vez que se protegiera al medio ambiente para las
generaciones presentes y futuras. La estrategia en América Latina y el Caribe se desarrolló como
respuesta a los problemas que aquejan a los agricultores de bajos recursos involucrados en la
producción a pequeña escala en la región. Uno de los problemas más dañinos es la agricultura
de tala y quema en la cual se destruye la vegetación nativa a cambio de incrementos breves en
la producción de cultivos. Asimismo, los periodos inactivos cortos, la rotación inadecuada de
cultivos y el uso excesivo de fertilizantes químicos contribuyeron a una productividad en declive
de la tierra en muchas comunidades rurales. Además, muchos agricultores de bajos recursos solo
produjeron algunos cultivos básicos, lo cual condujo a una base no diversificada de la producción
agrícola. Para agravar el asunto, los agricultores tenían poca capacidad para procesar sus cultivos
con el fin de aumentar su valor comercial y su vida de anaquel. Cada uno de estos problemas
contribuyó a la desnutrición persistente y a la migración temporal en las comunidades rurales en
condición de pobreza siendo que los hombres, en particular, se trasladaban en busca de trabajo.
Estos proyectos tenían dos objetivos en general. Uno de ellos era desarrollar y compartir
el uso de las tecnologías adecuadas: soluciones a los problemas de producción locales,
frecuentemente en ambientes ecológicos difíciles y frágiles, lo cual priorizaba el conocimiento y
los insumos locales a la vez que disminuía o eliminaba la dependencia en los agroquímicos.
El segundo objetivo era desarrollar la capacidad de solución de problemas a nivel local y abordar
las barreras sociales, económicas y políticas que evitaban que los agricultores adoptaran nuevas
prácticas y tecnologías. Subyacente a estos proyectos se encontraba el vacío que dejaron los
servicios de investigación y extensión agrícola tradicionales, los cuales desarrollaron enfoques
generalizados principalmente al servicio de los grandes productores comerciales. En contraste, los
proyectos de la WKKF buscaron el desarrollo de modelos alternativos de investigación, extensión
y diseminación rural que pusieran a prueba y diseminaran las tecnologías hechas a la medida para
los problemas muy específicos al contexto.
Una serie de subvenciones respaldaron a las ONG en el desarrollo de modelos de extensión
rural comunitaria enfocándose en los extensionistas comunitarios. Las ONG identificaron a los
agricultores que demostraban tener un potencial de liderazgo y un interés natural en los métodos
de producción para luego capacitarlos en el desarrollo y prueba de tecnologías apropiadas a la
localidad. Estos extensionistas laicos brindaron su apoyo y asistencia técnica a los productores
locales, ayudándoles a adoptar nuevos métodos y, con frecuencia, usando sus propias granjas
como lotes de demostración. Muchas ONG también establecieron centros de capacitación y
demostración centralizados que ofrecían tanto formación para los extensionistas como cursos
cortos para los agricultores.
El conjunto de proyectos de SAI arrojó resultados en diversos frentes. Los agricultores
involucrados directamente en el desarrollo de tecnologías mostraron gran creatividad e
innovación; en algunas ocasiones desarrollaron enfoques nuevos a nivel local, en otras adaptaron
tecnologías existentes a las condiciones locales. Se promovieron las técnicas de agricultura
sostenible tales como el uso de composta orgánica en lugar de fertilizantes químicos, rotación de
cultivos, labranza mínima y periodos inactivos adecuados entre siembras. Todas estas prácticas
restauran y conservan la fertilidad de la tierra e incrementan su productividad mientras que
fomentan el regreso de las especies endémicas, incluyendo aves e insectos benéficos que ayudan
a controlar plagas y enfermedades.
Se desarrollaron sistemas de irrigación alternativos, incluyendo la irrigación por goteo
y por aspersión y la construcción de bombas manuales sencillas capaces de extraer el agua
desde profundidades de hasta 30 metros. Estos sistemas permitieron un cultivo más intenso,
particularmente de vegetales en lotes pequeños, y un aumento en la producción durante todo
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